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En los 2000s estaba de moda un scrub corporal de durazno… Mis amigas y yo lo comprábamos en la farmacia y nos lo pasábamos en cada ducha. Pero una vez, mi abuela me alcanzó una tacita con azúcar y aceite de oliva, y fue un antes y un después: más efectivo, más placentero, más barato.
Desde ponerse rodajas de pepinos en los ojos, hasta untarse crema en los talones y dormir con las medias puestas, nuestras abuelas sabían cómo cuidar su piel con lo que tenían a mano. Y lo mejor de todo es que muchos de esos trucos, ¡realmente funcionan! Te contamos algunos de los favoritos de nuestras abuelas y la ciencia detrás de su efectividad.
Exfoliación con café: suave y eficaz
«Mi abuela siempre guardaba el café usado después de prepararlo, y lo usaba para exfoliarse las manos. Decía que así las mantenía suaves, y la verdad es que tenía razón. Hoy, yo lo uso en todo el cuerpo y me encanta el resultado, ¡y el aroma!», cuenta mi amiga Ana.
El café no solo resulta un excelente exfoliante por su textura granulada fina, que remueve células muertas con facilidad, sino que también tiene propiedades antioxidantes que ayudan a combatir los radicales libres. Por eso, la próxima vez que prepares café molido, ¡no lo tires!
Cuando te bañes, podés aplicar el café directamente sobre la piel húmeda con un suave masaje, o bien tomar un puñado y agregarle unas gotitas del óleo corporal Neroli / Bergamota, para que se deslice más fácil y potenciar los beneficios del tratamiento. Terminá con un hidratante, como la crema corporal Goji, que también favorece la circulación gracias a sus aceites esenciales. Repetí cada semana si tenés piel sensible o hasta dos veces por semana para piel normal. Vas a ver cómo tu piel se siente más suave y se ve más lisa y luminosa.
Té verde: el aliado antioxidante
Hablando de reutilizar nuestras infusiones después de prepararlas, seguro que alguna vez escuchaste sobre el truco de aplicar bolsitas de té frías sobre los ojos, para deshinchar el contorno y las ojeras. Marisa, la abuela de Natalia, usaba las de té verde, porque decía que eran lo mejor para “despertar” la mirada. Y no se equivocaba.
¿Por qué funciona? Los polifenoles presentes en el té verde ayudan a proteger la piel del daño causado por los radicales libres, que contribuyen al envejecimiento prematuro. Además, la cafeína tiene un efecto antiinflamatorio, ideal para reducir la hinchazón en el rostro y mejorar la apariencia de la piel. No por nada el té verde es un ingrediente presente en muchos productos de skincare, como por ejemplo nuestra bruma Té verde.
El truco de aplicar bolsitas de té verde frías sobre los ojos es similar al de los pepinos: ayuda a desinflamar los párpados y a reducir ojeras. Guardá algunas en la heladera para tener a mano en los días que no descansaste bien o si lloraste, para que igual te veas fresca y descansada.
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Agua de arroz: el secreto de la frescura
El agua de arroz es otro de los secretos de skincare que pasó de generación en generación. Es que el arroz es rico en inositol, un complejo vitamínico del grupo B que mejora la circulación, lo que contribuye a una piel más luminosa. Además es rico en antioxidantes, como la vitamina E y el ácido ferúlico, lo que ayuda a rejuvenecer la piel y mantener su elasticidad. También es fuente de ácido kójico, un agente natural de blanqueamiento que reduce las manchitas y ayuda a unificar el tono de la piel.
Prepará tu agua de arroz así:
- Lavá media taza de arroz para eliminar impurezas.
- Colocalo en un recipiente con 2 tazas de agua limpia y dejalo reposar por unos 30 minutos.
- Colá el arroz y guardá el agua en un frasco de vidrio.
- Usala como un tónico natural. Podés aplicarla con un algodón sobre el rostro limpio o usarla como enjuague final tras lavarte la cara.
En María Magdalena combinamos las propiedades del arroz con las del aceite esencial de lavanda, que descongestiona y calma la piel, además de ayudar a combatir el acné, en nuestra agua micelar Rice, que podés usar para desmaquillarte o como primer paso en tu rutina de skincare.
Los trucos de skincare de las abuelas perduraron tanto porque, en muchos casos, funcionan tan bien (¡o hasta mejor!) que cualquier tratamiento moderno, y están basados en ingredientes naturales. ¿Lo mejor? Estos rituales nos recuerdan dos cosas importantes: que lo sencillo puede ser muy efectivo, ¡y que las abuelas siempre tienen razón!
